La historia de la vida de Alexander Hamilton es como menos simplemente extraordinaria. El único inmigrante entre los más destacados Fundadores y tan americano como el que más, Hamilton era hijo ilegítimo y su padre lo abandonó a su suerte en el Caribe siendo un niño aún. Pero con gran disciplina y perseverancia, Hamilton se levantaría desde estos humildes orígenes hasta convertirse en uno de los estadistas americanos más destacados. Defensor acérrimo de la libre empresa, Hamilton estableció los fundamentos de la expansión económica de Estados Unidos.
Se piensa que Hamilton nació alrededor de 1757 en la isla de Nieves (Antillas británicas). Siendo adolescente, el precoz Hamilton impresionó tanto a los que lo rodeaban que, a la edad de 15 años, le hicieron una colecta y lo mandaron en barco a estudiar a Nueva York, donde se matriculó en King’s College, hoy conocida como la Universidad de Columbia.
Con el inicio de la Guerra de la Independencia, Hamilton se alistó en una compañía de instrucción. Finalmente fue ascendido a teniente coronel y se convirtió en ayudante de campo de George Washington. Desempeñó ese puesto durante cuatro años, forjando una relación con Washington que tendría enormes consecuencias para la nueva nación.
Hamilton fue delegado en la Convención Constitucional de Filadelfia y desempeñó un papel indispensable para convencer al estado de Nueva York de que ratificase la Constitución al colaborar con John Jay y James Madison en la redacción de El Federalista, una serie de ensayos periodísticos que explicaba la finalidad y el valor de la Constitución.
El presidente Washington escogió a Hamilton como primer secretario del Tesoro. Hamilton tuvo una importante función a la hora de establecer los fundamentos de la joven economía de mercado de Estados Unidos así como de fomentar las iniciativas empresariales que se situarían a la vanguardia de la expansión económica de Estados Unidos. Hamilton estableció las condiciones para la futura prosperidad y éxito económico de la nación al establecer el crédito nacional, que proporcionó un incentivo para que individuos y naciones por igual invirtieran en Estados Unidos.
Hamilton defendía la idea de que la libertad (incluida la libertad económica) depende de un gobierno lo suficientemente fuerte como para protegerla. Por esta razón, Hamilton dedicó gran parte de sus energías a establecer las instituciones necesarias para garantizar la defensa nacional, incluido el establecimiento de créditos y de un banco nacional, el fomento de la manufactura y también la creación un fuerte ejército permanente y de una armada con capacidades oceánicas. El poderío sin precedentes de Estados Unidos para librar una guerra a la vez que conservaba las libertades es un legado de Hamilton.
En 1804, federalistas descontentos de Nueva Inglaterra urdieron un plan para independizarse de la Unión y convencieron al vicepresidente Aaron Burr para que se presentase como candidato a gobernador de Nueva York y persuadir así a este estado para que respaldara su causa. Hamilton hizo todo lo posible para frustrar las ambiciones de Burr. Tras su derrota, Burr desafió a Hamilton a un duelo. Como el senador romano Catón, dispuesto a morir por la república para evitar el triunfo de un César, Hamilton se sintió obligado a aceptar. Aunque Hamilton se oponía a los duelos (Philip, su hijo mayor, había muerto en un duelo) se citó con Burr en Weehawken, Nueva Jersey, en la mañana del 11 de Julio de 1804. Hamilton fue herido mortalmente y falleció al día siguiente.
De todos los fundadores de la república americana, Alexander Hamilton es el que más ha fluctuado en su reputación histórica. Durante su propia vida, Hamilton tuvo defensores comprometidos y detractores apasionados. Durante el período anterior a la guerra, su reputación disminuyó, pero después de la Guerra Civil, con el triunfo del neofederalismo, se le otorgaron los más altos honores en el panteón nacional. Hamilton se le debe reconocer por el papel fundamental que desempeñó en tres áreas importantes: gobierno constitucional, economía política y finanzas públicas así como en defensa nacional. Sin la visión de Hamilton, la incipiente nación no habría sobrevivido.
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